Apellidos Mutantes. Folio 1
Por Julio Amable González Hernández 30 de septiembre 2006
En los países hispano-parlantes, el uso y costumbre es que cada ciudadano use legal y oficialmente sus dos apellidos. Como primero el del padre y luego el de la madre. Cuando el vástago no proviene de un matrimonio legal, es también costumbre utilizar sólo el apellido de la madre. De todos modos, en una forma u otra, el mismo proviene en calidad de heredad.
El apellido podría considerarse como “una marca de fábrica”, fijo, indeleble, heredable e invariable. De acuerdo a estos principios, un mismo apellido debe repetirse en las subsiguientes generaciones por cientos de años. O en dirección contraria, los apellidos que hoy tenemos deben ser los mismos que tuvieron los ancestros más remotos que hayamos podido investigar.
En la práctica esto no ha sido siempre así. Encontramos apellidos mutantes, los cuales, con el correr de los años y los siglos, sufren transformaciones. Diversas causas producen cambios en los apellidos. Entre ellas y una de la más comunes es “el error ortográfico” del escribiente que redactó la declaración de nacimiento. Otra también común es la “castellanización” del apellido, si este proviene de una lengua de raíz no latina. Igualmente cambia un apellido la abreviación o recorte del mismo. También ocurre el caso contrario, la fusión de dos apellidos en uno.
Pasando ya a casos prácticos de República Dominicana, tenemos por ejemplo, el apellido llegado al país desde Italia como De La Caba. Pasó a De Caba y actualmente es Caba.
Una múltiple transformación es el De La Motte, De La Motta, De Motta, De Mota y Mota. Apuntamos también el Le Febvre; pasó a De Febres y actualmente es Febles. El apellido corso Bonnelli, en nuestro país mutó a Bonnelly. El francés Espailhac cambió a Espaillat y el norteamericano Copeland se transformó a Coplín. El Despradel fue Des Pradel, el Martí fue Marty y el Monción del héroe restaurador viene de Montion. Aún cuando el Meléndez es un apellido muy castizo, también el Melendre pasó a ser Meléndez.
Así, Roxas cambió a Rojas, Ximinián a Jiminián, Jolguin a Holguín, Xaquez a Jáquez, Soares a Suárez, Vincent a Benzán, Bazile a Bazil, Vraiment a Bremont, Bonneau a Bonó, Sauvignon a Saviñón, Montaigne a Montaño, Fournier a Furniel, Gratereaux a Grateró, Evertsz a Evertz, Duperon a Luperón, Gautreaux a Gautreau, Cubilet a Cubilete, Doumer a Dumé, Mollet a Nouyer, Chauquier a Zoquier, D’Obernay a Dubernay y Bissoneau a Bisonó.
También tenemos a Espínola que viene de Espíndola, Castaño de Cataño, Esquea de Esqueda, Vélez de Belles y Mañaná de Magnenat, Nanita de Nannette, Marcelino de Marcelin, Lebrón de Lebrun, Dotel de D’Hotel, Coiscou de Coicou, Madet de Maudet, Vidal de Vidaal, Maríñez de De Las Mariñas, Mejía de Mejías, Santana de Santa Ana, Pujol de Poujol, Jiménez de Ximenes, Inoa de Hinoa y Vargas de Bargas.
Un caso de cambio en la grafía para facilitar la pronunciación lo constituye el apellido alemán Knipping y su mutación a Kiniping, así como el Schoewerer a Severé, o los franceses Saint-Quintin por Sanquintín, Saint-Paul por Zampol y Saint-Hilaire por el Santiler.
Cabe señalar que no siempre la mutación ocurre en toda la descendencia de un apellido. En ocasiones sólo un ramal se afecta por el cambio. Es el caso del último ejemplo, en el que un ramal cambió a Santiler, mientras que los demás mantienen la grafía original de Saint-Hilaire.
Instituto Dominicano de Genealogía