Genealogía en la Sierra de San José de las Matas. Folio II
Por: Edwin Rafael Espinal Hernández
La procedencia de los pobladores cuyo nacimiento se sitúa en los inicios del siglo XVIII o que aparecen asentados en estas serranías en la primera mitad de ese siglo es incierta, si asumimos que no tenían vínculo familiar alguno con elementos asentados en el siglo XVII a raíz de las devastaciones, si los hubo. Otros pertenecientes a generaciones posteriores bien pudieron ser españoles compelidos a abandonar sus posesiones por las incursiones de los franceses que se ubicaron en la parte Oeste de la isla —quienes desde muy temprano en el siglo XVIII empezaron a asentar hatos al este del río Dajabón[31]— o acaso canarios o descendientes de los canarios que en la frontera fundaron Dajabón (1740), Montecristi (1751), San Rafael (1761)[32] y San Miguel de la Atalaya (1768)[33], ciudades que serían impactadas por las repercusiones fronterizas de la revolución de los esclavos en Saint Domingue en 1791 y el estallido de la guerra entre Francia y España en 1793[34].
Dos referencias parecerían avalar este origen canario. En el partido de Cana, por ejemplo, con 74 hatos poblados de ganado vacuno y bestias caballares en 1783, había algunos “de algunas familias de origen canario como el de Campo Marrero”[35] y en Dajabón, entre las familias canarias que la habitaban en 1766, se cita a la Espinar o Espinal, con quince cabezas de familia[36], apellido este representativo de San José de Las Matas. Mario Jáquez Torres, en su voluminosa obra genealógica inédita sobre apellidos serranos, cita 23 estirpes de este patronímico.
Recordemos además que, según la petición elevada por los habitantes del “Partido de Las Matas” el 29 de agosto de 1810 para la fundación de una “villa de españoles con cabildo”, de sus “más de dos mil vivientes”, “los más de ellos [eran] criollos, o enlazados con criollos [nacidos en la isla, EEH[37]], mediante los vínculos, y estrechas relaciones de parentesco y matrimonios”. A propósito de la endogamia practicada por los habitantes de Las Matas y en abono de ese presumido origen canario, Roberto Cassá refiere que el sentimiento de superioridad que caracterizaba a los canarios por su condición de blancos “se manifestó en un comportamiento endogámico, que tendió a excluir matrimonios con negros y mulatos durante generaciones”[38]. Vale acotar, no obstante, que la localización de esta comunidad en las estribaciones de la Cordillera Central, alejada de otros asentamientos humanos de importancia, también puede explicar la unión entre personas descendientes de parientes comunes en varias generaciones y no remitirnos necesariamente a una ascendencia canaria.
La instancia en solicitud del establecimiento en el “Partido de Las Matas” de una villa capitular en 1810[39], pese a su destrucción en 1805, cuando junto a Jánico fue incendiada por la columna del ejército de Jean Jacques Dessalines que comandaba Henri Christophe en su retirada hacia Haití después de la invasión a la parte Este de la isla[40], pudo fundarse en la progresiva llegada de propietarios que junto a sus esclavos escogieron su territorio como lugar de refugio. Frank Moya Pons, a propósito de este planteamiento, sustenta lo siguiente: “No dudo que la zona fuese bien conocida por los pobladores de Santiago desde muchos años atrás, pero la incomodidad de los caminos debió disuadirlos de colonizar esta zona hasta que tuvieron la necesidad de hacerlo para sobrevivir a los haitianos. Recordemos que en el valle había gran abundancia de tierras llanas, fértiles y bien mojadas. No había todavía la presión demográfica sobre la tierra que obligó a la gente a irse a las montañas”[41].
Una evolución demográfica creciente, rastreable a partir de diversas fuentes, abona esta tesis. Así, Manuel Hernández González, al describir el partido de Las Matas en el siglo XVIII dice que su vecindario comprendía 500 personas[42]; para 1810, de acuerdo al ya citado memorial, el partido era habitado por más de dos mil personas, y en 1813, conforme al censo realizado por el Pbro. José María Reyes Colón, en 1812 Las Matas tenía una población de 2,252 personas, que representaban 510 vecinos[43]. El número de habitantes sin dudas fluctuaría en algunos momentos por su migración a otros lugares, como es el caso de La Vega y comunidades localizadas en la banda occidental del río Yaque en Santiago. Así por ejemplo, Isidoro Hernández Caba, hijo de Antonio Hernández y Juana Caba, naturales de San José de Las Matas, casó en La Vega en 1855, con Isabel Núñez Rodríguez, también de padres materos[44]; a fines del siglo XIX es notoria también la presencia de apellidos serranos en La Otra Banda, Las Charcas y Bella Vista en Santiago, tales como Checo, García, Peralta, Borbón y Tavares, lo que es demostrativo que sus ascendientes procedían de San José de Las Matas. Confirma este aserto los hechos de que en 1818 nació en San José de Las Matas Ana Joaquina Espinal Borbón, hija legítima de Santiago Espinal y Petronila Borbón y que en ese mismo año y pueblo, María Borbón aparece como madrina de Petronila Rodríguez[45].
El aumento en el número de propietarios con esclavos es también un indicador de su elección como lugar de habitación de nuevos pobladores: de apenas un propietario en 1776 —Jacinto Jacques[46]— encontramos 17 en el lapso 1814-1816. Estos últimos eran poseedores de 32 esclavos[47], conforme el levantamiento realizado por Mario Jáquez Torres en los libros de bautismos del Archivo Parroquial de San José de Las Matas.
Es interesante observar a propósito de estos esclavos que la esclavitud pervivió en La Sierra aún después de su abolición en la parte Este de la isla. Luisa Gerez [sic], viuda del capitán Juan Gutiérrez, era también propietaria de varios mulatos y mulatas, los cuales aparecen tasados en diversos valores en un acto de inventario y partición de sus bienes del 14 de agosto de 1806, transcrito en otro de fecha 24 de enero de 1831, a su vez anexo al acto No.44 del protocolo del notario de Santiago Joaquín Dalmau, correspondiente al año de 1907. Más de setenta años después, Tomás Rodríguez, con la aceptación de su esposa Mariana Suriel, donó veinticinco pesos de tierra “en el sitio de Babosico, jurisdicción del partido de Sierra arriba” a Francisco de Jesús, por haberlo tenido como esclavo, “con toda fidelidad, y ser como es crianza mía”. Esa gracia aparece contenida en un acto bajo firma privada fechado en Sabana Iglesia el 27 de marzo de 1877. Aquella población negra sin dudas dejaría descendencia: el oficial español Adriano López Morillo, prisionero del ejército restaurador en Jánico en 1864, dice que entre los soldados de su guarnición había muchos negros[48].
La lectura del importante memorial de 1810, amén de ilustrarnos en cuanto a los apellidos de la época —Estévez, López, de la Caba, Torres, Rodríguez, Ureña, Espinal, Genao, Valerio, Serrato y González[49]—, deja al descubierto una clave importante. Queda claro que la población fue objeto entonces de una refundación “en el paraje mismo de la Hermita” —donde los peticionarios firman el documento—, pues se expresa que llegó a contar con una iglesia que se había destruido “por las calamidades de estos tiempos pasados” (¿el incendio de 1805?)[50]. Se indica también que sus habitantes —de los que se deduce eran agricultores y criadores de ganado—, se comunicaban con Santiago a través de un “camino dilatado”, cuyo tránsito debía salvar tres ríos.
Al pedimento de erección como villa indudablemente se accedió —aunque no se conoce cuándo, ya que no se dispone del documento fundacional— pues una tasación de los gastos incurridos en la erección de la parroquia, copia de la cual fue expedida el 6 de mayo de 1814, aparece dirigida al “Ayuntamiento Constitucional del Partido de Las Matas”[51]. Este apelativo nos remite a los ayuntamientos constitucionales creados por la Constitución de Cádiz, proclamada el 19 de marzo de 1812 y promulgada y jurada en Santo Domingo el 19 de julio del mismo año[52]. Considerando que la instancia de 1810 es de fecha 29 de agosto y que la Constituyente se reunió en Cádiz desde septiembre de 1810 hasta enero de 1812[53], podría sostenerse la tesis de que el cabildo cuya instalación requerían los habitantes de San José de Las Matas en 1810 tenga su origen en ese texto constitucional y que, por ende, como “villa de españoles” quedara constituida en 1812.
La población de San José de Las Matas sería emplazada en una altiplanicie que limitaba por el Oeste con el río Mao, de donde su territorio resultaba un paso montañoso entre el Cibao y la Línea Noroeste, conectando especialmente con las poblaciones de Guaraguanó, Sabaneta y Guayubín, últimas estas de las que distaba 26 leguas y que igualmente pertenecían al partido del cual pasó a ser cabecera[54]. Su condición estratégica quedó en evidencia con la visita que hicieron delegados de la Junta Provisional Gubernativa y la municipalidad de Santiago el 10 de marzo de 1844 para obtener, en la persona de su corregidor y el comandante de la plaza, entre otras personas notables, la adhesión de la población a la separación de Haití. Por su vital enclave orográfico, su pronunciamiento resultaba sin dudas determinante para la defensa del territorio de la naciente República Dominicana. En efecto, a partir de ese hecho se erigió en sede del reclutamiento de hombres y punto de aprovisionamiento de animales, comestibles, armas, municiones y recursos económicos para el despliegue de las acciones tácticas que desarrolló nuestro naciente ejército en lugares de la Línea Noroeste ante el avance de las tropas haitianas hacia Santiago, donde finalmente se batieron el 30 de marzo de 1844. No es de extrañar pues que en julio de 1844 fuera elevada a la condición de común del Departamento de Santiago.
El extenso dominio jerárquico-territorial de San José de Las Matas condujo a que pasara a tener como secciones tributarias sitios, vecindarios y hatos que quedaron bajo el influjo de sus autoridades, incluso en lo referente a los actos de la vida civil de sus habitantes. Así lo constata el hecho de que los ciudadanos Antonio Rodríguez, habitante de La Ciénaga y Manuel Hernández, residente en el hato de Gurabo —Manuel de Jesús Hernández Tavares, uno de mis tatarabuelos— tuvieran que trasladarse a San José de Las Matas el 26 de junio de 1847 para formalizar por ante el primer regidor del Ayuntamiento en funciones de notario público la venta que el primero hizo al segundo de unos terrenos en Bojucal[55].
Otros acontecimientos que así lo ilustran son los fallecimientos de Catalina Jáquez y Felipa Pilarte viuda Uceta en 1815 y 1816 respectivamente, acaecidos en Cana (actual Cana Chapetón, en Guayubín). Ambas fueron sepultadas en la ermita de Sabaneta y sus actas de defunción fueron instrumentadas por el párroco de San José de Las Matas, figurando en el Libro Primero de Defunciones, actas 14 y 29, de esta parroquia[56]. Cabe citar también el matrimonio del prócer de la Restauración Santiago Rodríguez con Josefa Bueno Cruel, celebrado en la ermita de Sabaneta el 25 de abril de 1852 por el Pbro. José Eugenio Espinosa, cura de la parroquia de San José de Las Matas, y cuyas tres amonestaciones previas fueron leídas en la iglesia de esta última comunidad[57].
Pese a la antigüedad de la presencia humana en La Sierra, los primeros testimonios escritos que se conservan corren a partir del segundo decenio del siglo XIX, razón por la cual en un estudio genealógico no es posible remontarse documentalmente a ancestros muy remotos, salvo si se encontrasen en dispensas de consaguinidad generaciones más antiguas. En San José de Las Matas, el primer bautizado consignado lo fue el 30 de mayo de 1814, pues la parroquia fue erigida apenas el día 6 de ese mismo mes[58]; los libros de matrimonios en la parroquia se inician en 1827, en tanto que en la oficialía del Estado Civil en 1874; las actas eclesiásticas de defunción comenzaron a escriturarse en 1813 y los nacimientos en los registros civiles en 1872. En Jánico, el primer nacimiento y el primer matrimonio civil fueron registrados en la Oficialía del Estado Civil en 1881, año en que fue constituido en común, en tanto que el primer bautismo y el primer matrimonio católico se asentaron en los libros parroquiales en 1884, cuando fue creada la parroquia. El primer fallecimiento que se hizo constar en la oficialía ocurrió en ese mismo año[59]. En el caso de San José de Las Matas, los repositorios documentales han padecido seriamente, pues la comunidad fue destruida total o parcialmente por incendios en 1895, 1938, 1954 y 1963[60]. Así, encontramos que en los libros de bautizos se perdieron lapsos considerables: de 1814-1819 se salta a 1858-1878 y en las defunciones tenemos que se pasa de actas correspondientes al período 1813-1818 a otras del lapso 1836-1894.
Estos archivos civiles y eclesiásticos constituyen una valiosísima fuente para el conocimiento de su demografía histórica —aspecto no trabajado aún— y de la genealogía de familias representativas de La Sierra, como lo evidencia la encomiable investigación realizada por Mario Jáquez Torres, quien a partir de la compulsa de actas de nacimiento, bautismo, matrimonio y defunción, ha estructurado los árboles genealógicos de más de 216 apellidos.
Otra fuente clave en la que han abrevado unos pocos son los protocolos notariales conservados en Santiago y en los juzgados de paz de San José de Las Matas y Jánico. Aquí se pueden descubrir no sólo informaciones genealógicas primarias sino también otras interesantísimas referidas a la estructura agraria de los hatos y a prácticas sociales rurales, así como al acceso, distribución, ubicación y control de los terrenos comuneros en estas zonas por sucesivas generaciones, especialmente en los actos referidos a ventas de inmuebles y particiones de bienes sucesorales. La unidad agraria conocida como “pesos de terreno”, por ejemplo, no obstante ser su equivalente real en tareas muy variable de un terreno a otro, oscilando en unos casos entre 3.7 y 16 tareas[61], nos permite deducir la importancia de los propietarios de determinados sitios comuneros. Citamos como ejemplo el caso de la ya mencionada Luisa Gerez viuda Gutiérrez, propietaria de 3,356 pesos de terreno, repartidos entre Babosico, Sabana Iglesia, Las Mesetas, Guanajuma, Los Pilones, Janey, Los Marmolejos y La Jagua Arriba; de aplicar las cifras equivalentes citadas, esta señora era propietaria de 12,417.20 ó 53,696 tareas, respectivamente[62]. La propiedad de pesos de terrenos en diferentes sitios nos remite igualmente a la presencia en dichos lugares de ramas de determinados apellidos. Son los casos de Nicolás Fernández y Gertrudis Gil, algunos de cuyos descendientes vivían en Sabana Iglesia, Babosico y Tavera, secciones donde eran propietarios[63], y de Manuel Ureña, propietario, entre otros lugares, de “derechos de tierra” en Albanita, una de las “casas solariegas” de su patronímico[64].
Las dispensas otorgadas por las autoridades eclesiásticas a contrayentes de la parroquia de San José de Las Matas que obran en el Archivo Histórico del Arzobispado de Santo Domingo constituyen también un riquísimo filón de datos genealógicos, no suficientemente estudiado hasta ahora, que permiten establecer parentescos insospechados y remontar orígenes familiares al siglo XVIII. En su comparecencia personal por ante el cura párroco, los contrayentes declaraban quiénes eran sus padres, abuelos, bisabuelos, etc., hasta llegar a su ancestro común, información que era ratificada por terceros no vinculados consanguíneamente, conocedores de estos parientes, con lo cual el testimonio sobre su parentesco resultaba debidamente contrastado. La máxima autoridad eclesiástica “dispensaba” entonces el impedimento que constituía su vínculo filial a fin de permitir el casamiento.
Entre 1826 y 1836 y 1844 y 1882, la instrumentación de los expedientes de consanguinidad en las parroquias de San José de Las Matas y Jánico, respectivamente, estuvo a cargo del Pbro. José Eugenio Espinosa. Tan extensos períodos como pastor católico en estos lugares le permitió a este sacerdote entrar en contacto con al menos tres generaciones de serranos, adentrándose así en el conocimiento de sus lazos de consanguinidad, amén de su parentesco con los descendientes de los primeros pobladores que se establecieron en La Sierra. A este respecto dice Mario Jáquez: “Su abuelo fue el escribano José Sainz de Azcona casado con Antonia López, de quien descienden todos los Azcona esparcidos en La Sierra y sus alrededores. Tío de su madre lo fue José López, casado con Isabel Ureña Valerio, tronco de los López de la región; vale acotar que de los hermanos de Isabel Ureña descienden todos los Ureña de la Sierra. Un tío materno del padre Espinosa, José Sainz de Azcona, estaba casado con María de las Nieves Rodríguez, hermana de José Rodríguez, quien había sido unos de los fundadores de San José de las Matas y uno de los firmantes de la petición de sus pobladores en 1810, para ser erigidos como “villa de españoles con cabildo”. Otra hermana de estos Rodríguez, María, estaba casada con Agustín Jáquez, hijo de Mariana San Pedro de Peralta, viuda de Jáquez, quien donó los terrenos para establecer la iglesia y el cementerio de San José de las Matas. Una hermana del cura, Petronila Espinosa, casó con Manuel Santelises, ancestro de todos los Santelises esparcidos por la región”[65].
Las dispensas ponen en evidencia que la población de La Sierra fue, durante siglos, un grupo cerrado caracterizado por la endogamia. La declaración que hicieron mis quintos abuelos Anazario Collado Báez y Ramona Collado Adames ante el Pbro. José Eugenio Espinosa el 13 de diciembre de 1862 en San José de Las Matas para obtener la dispensa exigida a fin de contraer matrimonio dada su consanguinidad, es una prueba contundente. En ella se lee lo siguiente: “Preguntados: ¿Qué causas asisten para solicitar ls (sic) gracia de la dispensación? Que en el consecto (sic) de los declarantes, probado por la experiencia (sic) comúnmente, es lo muy enlasados (sic) en parentesco de las familias por ser desendientes (sic) de tres o cuatro troncos en este lugar; y la falta de comunicación con otras partes hace oasis de necesidad estos enlaces”. La endogamia era pues una práctica de data muy antigua, impuesta no sólo por el limitado número de estirpes existentes sino también por las condicionantes geográficas, y que se refleja hoy como el más característico rasgo identitario de las distintas demarcaciones de Jánico y San José de Las Matas, cuyos habitantes resultan parientes varias veces en diferentes generaciones.